octubre 27, 2004

Estas ganas de matar

Nunca había tenido tantas ganas de matar a alguien. Sin pena, ni gloria, simple y pura urgencia de matar a alguien.

¿Buscarías cuando menos darle sentido a la hazaña?, ¿algo de tela que cortar para la historia? Cualquiera diría que si te propones terminarle los días a un inocente, cuando menos harías escuchar su voz.

Yo no, yo sólo quiero hacerlo, quiero sentir la dichosa sensación de ser perverso. De ver esas cosas, de oír aquello que sólo se vive en ese momento.

Estar sólo en una calle donde no hay luz, solos, tú y yo, de frente, solos y nuestras miradas. Otra vez el deseo, esa sensación imperante en mis manos por tocar tu nuca y deslizar mis dedos hasta encontrar el cuello, largo, delicioso, mientras mis manos temblorosas están dispuestas a destrozarlo, sentir tu sangre recorrer mi piel, y guardar tus gemidos y lamentos como la travesura que realicé.

Te voy a matar. Te quiero matar. Se lo repetí con la mirada. Luego con esas ansias fortuitas de matar, le cumplí

- No vengas a molestarme - , - lo he dicho ya -, - ¡tu ya no existes! -, - ¡eres nada! - - Esa noche, encendí mi furia, te destrocé. - - Hoy no puedes reclamarme.- - ¡Aléjate! -, - ¡no quiero oírte! - , - ¡no me hagas matarte otra vez! -

¿De qué me hablas?, tú eres quien no existe, ¿a quién mataste?, de quien arrancas el placer del exterminio, si tus manos secas, podridas, ya ni agua pueden tocar. ¿De qué me hablas?

Un timbrazo me sacó de concentración. Frente al espejo, yo. No supe si ir a lavarme las manos o bajar a la puerta para atender el llamado, pero finalmente baje la pistola y decidí darme un día más para aliviar el hastío de una vida solitaria.

Me duele tanto

Me duele tanto saber que tienes miedo
que todas las mañanas parecen eternas sin tu aliento
Me duele tanto saberte lejana
que mientras más espero, más te marchas
Me duele tanto no escuchar tu risa
que tu voz ya no tenga espacio en mis oídos
Me duele tanto no tenerte cerca
que todavía siento tu cuerpo sobre el mío
Me duele tanto escapar de tu nombre
que no tengo a donde huir
Me duele tanto no tener tu vida
que de verdad me duele no tenerte, mi vida.

Sigues doliendo tanto

Durante las mañanas, cuando el sol está apunto de salir y tus caderas se estremecen por el frío que se cuela bajo las sábanas, decido volver la cabeza al otro lado de la almohada, no se porqué, ni entiendo el motivo.

Tres días al hilo. Sigo sin encontrar tu mirada, vertical, sigues doliendo tanto que no tengo palabras para decirte. Sigo sintiendo la humedad y el frío uniéndose bajo mis pies, me cuesta tanto recordarte, ahí, como espacio vacío de corazón triste.

Cuatro días ya. El tiempo me parece eterno, cuando volveré a levantarme con cuidado para no jalar de más la sábana y permitirle al aire tocar tus pechos desnudos, no soporto estas ganas de tenerte, no soporto estas puras y limpias ganas de besarte.

Cinco días. Estoy dudando que vuelvas, o estoy seguro que hice mal, o no entiendo la razón del desprecio, que bueno que no tengo crédito en el celular, si no ya estaría frito por llamarte.

El sexto día fue el peor. No te encuentro por ningún lado, prometiste volver, en verdad, ¿la distancia es el olvido?

Séptimo día, la sorpresa llegó. Una vez más estas junto a mi, ayer no dormimos más de dos horas, no podíamos dejar de tocarnos, bendito escozor bajo mi piel, espero tener las fuerzas para aguantar más de tu partida. Volteo hacia el otro lado de la almohada, quiero, no, necesito que todo vuelva a empezar.

octubre 26, 2004

Qué risa

Y tú que creías que tenías todo en las manos
que podías hacer y deshacer a tu antojo
tú que pensabas tu palabra como la última
no tenías que pedir perdón, ni permiso
tú que pensabas al mundo corriendo a tus pies
qué risa me da verte, casi muerto
dejado por ánimas, por hombres
dejado por los que alguna vez te vieron héroe
qué risa me das, ahí, tirado
qué risa me das
qué risa.

octubre 12, 2004

Qué tristeza

Qué tristeza, cada minuto que pasa, fulminante
Qué tristeza, cada quien donde su trinchera esperando al enemigo
Qué tristeza, estas ganas de tocarte, estas llagas sumergidas en limón
Qué tristeza, sin poder ver más allá de mi nariz, sin oir un susurro para saber a dónde ir
Qué tristeza, este olor húmedo, amargo, a muerte, a tí
Qué tristeza, terminar con el ajenjo en el paladar
Qué tristeza, tener que terminar, sin saber por donde comenzar
Qúe tristeza.