noviembre 15, 2004

Agobio

Agobio. Que bonita palabra.

No dinero en la cuenta. La tarjeta sobregirada. El trabajo de un mes para entregar en semana y media. El perro que sigue cagando la esquina del sillón de cuadrícula. La sed a media noche y el garrafón vacio. La nicotina colgada de las cortinas pero no en la cajetilla. La fiesta de la prima fea el fin de semana y el traje exigiendo lavanderia. La narración a medias, ni a medias, pero dandote vueltas en la cabeza. El cubo de la ropa sucia hasta el tope, he empezado a voltear los calzones. El maldito hongo en el pie, que no se quita con nada. Los ojos llorosos, la nariz pegada, la voz gangosa y estas ganas de no hacer nada.

Pero que bonita es la palabra Agobio.

noviembre 05, 2004

Nota aclaratoria

Soy un hombre feliz...

Después de un largo recuento de los daños (por aquello de que la Trevi está de moda) llegué a la conclusión que, como me comentaron, pareciera que estoy cortándome las venas y apunto de tirar del gatillo, que mi vida a sido tormentosa y que no puedo despertar junto a un cuerpo femenino sin desear morir.

Por tanto quisiera aclarar el punto, considérome un hombre feliz que escribe de tristeza por no tenerla, la tuve y estoy seguro que la tendré, pero en esta parte específica de mi vida, soy un hombre feliz.

A manera de promesa cibernética, juro que intentaré escribir cosas más... menos... felices...

Y a intento de explicación, como diría el maestro Joaquin Sabina:

Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
por saber que estos son los últimos versos que te escribo...