marzo 14, 2015

No tiene la culpa el indio

Ayer por la mañana, después de tomar mi baño matutino, como por ahí de las 11 am, antes es una locura despertarse, hay demasiado tráfico y ruido en la ciudad, mientras benigno, mi pequeño perro salchicha que está por cumplir su primer año de existencia, jaloneaba mi toalla frenéticamente, porque parece que los perros de su edad hacen eso, escuché una voz que provenía de la televisión, muy pausada, muy calma, díjeme: pinche abuelo Jacinto que hace en "a quién corresponda"

El abuelo Jacinto, digno patriarca de la familia Ramírez, con la cual durante un breve lapso de tiempo emparenté, tenía ya avanzada edad, nunca supe a ciencia cierta su tiempo de vida, pero ya se veía re cansado, pero correoso, aguantaba, según el primo Ricardo, para no dejarle a los huevones de sus sobrinos, las tierras que databan del reparto de utilidades post revolucionarias, pero la tía Tere, la más grande de las hijas, la más piadosa, la más devota, decía que era porque la virgencita la estaba castigando.

Para cuando pude levantar la mirada al televisor, después de aventarle un pequeño scooby do que tiene por juguete el gran benigno, aprecié a una señora ya grandecita, pero bien vestida entrevistando al de sotana blanca, ósea al papa, porque hasta donde llega mi diminuto entender de las reglas de etiqueta del clero, la cosa es que de blanco solo el papa.

Entonces, la señora bien vestida, Valentina Alazraki, le formula un cuestionamiento muy parecido a pregunta de final de conferencia escolar, bueno y ¿qué tiene que decirle el papa a los mexicanos que están pasando por un momento muy triste por la violencia en el país?, tengo que disculparme, seguramente la pregunta fue mucho más profunda que esta paráfrasis, pero la idea es esa. Benigno entonces empezó a ladrar a un ruido de martillazos que provenían del vecino contiguo, que decidió que el retrato de la última vacación debería estar colgado en el vestíbulo y la litografía de los girasoles debería regresar a su lugar peponderante en la sala, justo arriba de la sillita de té que nadie usa.

Después de mi reproche, "benigno cállate", el cual mereció un resoplo y caso nulo, alcanzo a ver el dedo del papa Francisco que se eleva como señalando algo que la toma cerrada de la televisión no me dejaba observar, cuando me dejan ver el lugar completo, las palabras resonaron, todo es culpa de ella, la imagen era apoteósica, una imagen, que digo imagen, señora imagen de la virgen de Guadalupe que pareciera que cubría con su manto ese pequeño escenario que se había dispuesto para la entrevista. No podía creer lo que escuché, el papa Francisco le está echando la culpa a la virgen de todos nuestros tercermundistas problemas, ahora si se va a armar, entre que no quiere que argentina se mexicanise y esto, la afrenta era muy grande.

Entonces se explicó, el diablo no les perdona a los mexicanos que hayan acogido a nuestra señora como lo hicieron y el diablo que es cabrón, se ensaña con el país. Entonces el benigno calló, el vecino calló, los coches, el afilador, el que compra cosas viejas que venda, los mariachis, ósea todos callaron. 

Desde la voz más parecida al abuelo Jacinto que había escuchado en mi vida, salió la verdad absoluta de los problemas de nuestro país, eso nos pasa por acoger a la morenita, a la madre de todos los mexicanos, a la de las mañanitas en las madrugadas del 12 de diciembre que marcan el inicio de la festividad mexicana por excelencia, el maratón Guadalupe - Reyes, inmediatamente, recordé la foto de mi madre, dejando un ramo en el altar de la virgen el día de su boda, el video de mi hermana, dejando un ramo igual y a mi mujer volteando a todos lados porque no encontraba el ramo para la virgen el día de nuestra boda. Es mi culpa, tú culpa, nuestra tremenda culpa.

Y ahí estaba yo, encuerdas, como dios me trajo al mundo, porque el benigno había jalado la toalla hasta el comedor, oyendo a un bendito argentino, argumentar que todo es culpa de un suceso imaginario. De un tajo borró años de historia y mala educación, de un solo golpe legitimizó todo cuanto nuestros gobernantes han mentido, todo cuanto los diputados han robado, todo cuanto nosotros los ciudadanos hemos omitido, de sopetón borró los errores históricos y esta maldita educación de segunda que nos tiene en el hoyo.

Que respiro para Peña Nieto y todos sus antecesores, el más grande vocero de lo sobre natural o por lo menos el más reconocido, acaba de nombrar enemigo público número uno al diablo, como dirían los profesores proselitistas, ahuevo.

Ojalá así de fácil fuera, ojalá todo dependiera directamente de un ser maligno, dicese el diablo, porque entonces, si estaríamos en la gloria, solo pedimos disculpas, acordamos no rendir más culto a la imagen dibujada en el ayate, por dos docenas de rosas, bajadas del cerro del Tepeyac, por un indio mal oliente y listo, recuperamos la paridad peso dólar, los ingresos se vuelven justos, brincamos del tercer mundo al primerísimo, erradicamos el analfabetismo y la pobreza será cosa de los centro y sudamericanos, tendremos elecciones transparentes y claro la estirpe política será venerada por sus logros y rectitud, tendremos puro policía flaquito y súper educados, un equipo de fútbol que llega a la final en el mundial y la gana, un narcotráfico ordenado, que es eso de estar peleando por la plaza, eso déjaselo a Colombia, servicios de telefonía justos y una economía de mercado que solo beneficia a los consumidores.

Suena muy bien, sí sólo se tratara de pactar con el diablo, estaría de lujo, conozco a varios que dicen ser sus cuates y le rezan a la santa muerte para ver si así se limpian de pecados.

Pero no creo que vaya por ahí, que razón Don Benito cuando dejó las cosas de Dios para Dios y las cosas de los hombres que se arreglen entre hombres, no permitamos que esto nos aleje de lo real, de lo tangible, porque los problemas del país tiene nombre y apellido, mala educación, corrupción, desigualdad, distribución de la riqueza, sobre población, desgarramiento del tejido social y todas esas se arreglan entre humanos.

Que fácil fuera, pedir perdón al oscuro y en audiencia con un Don Satanas que seguro no vive en este país porque el internet no jala y tendría que pagar muchos impuestos, ahí argumentaríamos que fué culpa de San Juan Diego, él tuvo la culpa por andar tragando peyote y recogiendo flores, entonces el diablo que sabe más por viejo que por diablo, nos condenaría con un magnífico colofón, la culpa no la tiene el indio, sino quien lo hace su compadre.